Javier Raygoza Munguía
En ocasiones la tarea del historiador parecería tener cierto grado de crueldad, pues muchas veces el pueblo gusta de ennoblecer el pasado, adobarlo con lo que hubiéramos deseado que sucediera, y cuando el estudioso se ajusta a los datos precisos que la historia le ofrece, desmitifica la imagen que la gente se ha forjado.
Eso de que pasó la Luna de Miel María Félix en el Hotel Nido, que Porfirio Díaz venía con frecuencia a Chapala a pasar la Semanas Santas o que inauguró la antigua estación; o que el Yacht Club lo mandó hacer Maximiliano, son producto de mentes calenturientas que aderezan con más imaginación que investigación, sus documentales y crónicas y no faltan periódicos, revistas de prestigio que promuevan y difundan las románticas historias y otros las repiten hasta el infinito, hasta que se convierten en verdades a tal grado que cuestionarlas ofenden.
Respecto al Casino o Yacht Club, en nuestro archivo encontramos un primer documento donde el Presidente del Yacht Club contesta un requerimiento del Jefe Político del 7° Cantón, cuya cabecera era Chapala con respecto al retiro del material de construcción que ha quedado en la playa.
Este documento está fechado el 13 de septiembre de 1911, lo que nos da a entender que en esa fecha se había terminado su construcción, aproximadamente 50 años después del fusilamiento de Maximiliano.
El Yacht Club, como elegantemente se bautizara, Club de Yates más propiamente llamado, o el Casino, como lo nombró el pueblo, fue una empresa más de la organización “Compañía de Fomento de Chapala S. A.” cuyo accionista mayoritario Chistian Schjetnan Hansen fue personaje clave en la historia de Chapala.
El edificio, tal como se aprecia en las fotos de la época, resulta realmente imponente. Construido sobre pilotes dentro del lago, parecía un palacio flotante, su enorme recinto lo rodeaba una terraza cuyo techo estaba sostenido por multitud de esbeltas columnas de color claro.
En ese Club, la juventud aristócrata de Guadalajara disfrutaba los fines de semana, las damas luciendo la moda francesa, los caballero organizando regatas con veloces veleros o apostando en juegos de azar.
Cosas del destino, pero al igual que la malograda Estación del tren, el Casino tuvo una vida efímera… pues tenemos un documento elaborado por el Presidente de la Junta de Vigilancia de Chapala, dirigido al Juez de 1ª. Instancia en el que comunica lo siguiente respetando el escrito con sus faltas de ortografía y redacción:
«Hoy como a las nueve de la mañana de inició un incendio generalizándose a pocos momentos en el Yacht Club que se hallaba construido en el lago, siéndole materialmente imposible al subscrito y vecindario que ocurrió a prestar su ayuda haber sofocado a tiempo tal acontecimiento.
Presenció este suceso el joven Ramón Barajas, quien queda a la disposición de Ud. En la cárcel de este lugar para la averiguación correspondiente, pudiendo declarar sobre el particular Juan Martínez, Barbaro Siordia, Liborio Rosales, Miguel Cerda y Aurelio García, quienes se presentarán inmediatamente ante Ud.
Protesto a Ud. Mi distinguida consideración.
Constitución y Reformas.
Chapala Noviembre 18 de 1916.»
Si atendemos a la redacción, en este primer momento del suceso, no se menciona a Ramón Barajas como el autor del incendio, sino como simple observador, añadiéndose otros nombres como testigos.
Contamos además con otros 3 documentos dirigidos tanto al mismo juez, como al alcalde, donde se señala a Ramón Barajas (ya encarcelado) como autor del incendio.
Mas la destrucción de un edificio de esas características, elegante, señorial, que equiparaba a la ribera con la Costa Azul, no podía quedar como un simple accidente y el hecho ha germinado en una leyenda por demás romántica para esparcimiento de los chapalenses y para quienes gustan de exagerar la historia.
Se dice que en aquel tiempo había un muchacho, hijo de Lola y del señor Barajas, hombre que era muy dado a los gallos y a la jugada; pues un hijo de ellos, jovencito, que estaba muy triste porque la novia lo había terminado, andando con otro amigo dando la vuelta por la playa, se le ocurrió, en un agujerito del muelle, quemar las cartas de la que había sido su novia y todo ardió como yesca, hasta decían que del otro lado de la laguna se veían las llamaradas… ¡Y se quemó todo el casino!
Resulta del todo romántica la idea de que un amor contrariado haya terminado con el lujoso Casino de Chapala. Un Mito más de Chapala.