Javier Raygoza Munguía
¿A qué hora sale por el pan mamacita? Decían los albañiles cuando pasaba por la construcción una fémina de raza de bronce de cadera dura y trenza gruesa; la aludida, con su vestido azul o negro, mandil blanco y almidonado los ignoraba y levantaba su chata nariz y si acaso se dignaba en contestar un “Cállese pelado” que sonaba más a agradecimiento e invitación que a respuesta airada.
Dice el mito que en aquel Chapala de vacaciones largas, se llenaba de familias popis de Guadalajara, se venían a pasar el verano a sus casas, se traían a las nanas y demás servidumbre. Había actividad en el lago, se esquiaba, se organizaban regatas y se reactivaba la economía en la villa.
Alguna augusta señora tapatía acompañada de su sirvienta (así les llamaban) iba al mercado y al pan.
En aquellos tiempos se abría muy temprano los negocios en Chapala, ya a las 5 de la mañana estaba el molino trabajando, los borrachitos y uno que otro rijoso que pasó la noche en la cárcel, la policía los sacaba muy temprano para que barrieran la calle; las campanadas de la iglesia ya estaba llamando a misa primera y apareciendo el sol se abrían las pesadas hojas de madera del enorme portón verde de la Panadería La India.
Un mostrador de madera detenía a los clientes amontonados y más allá, inalcanzables a la izquierda, a la derecha y al frente estaban los anaqueles con conchitas, espejos, borregas, limas y demás delicias recién salidas del horno.
Los clientes, generalmente señoras les pedían a las despachadoras: me das 2 cortadillos, 3 de canela, 4 ahualulcos, 2 gusanitos… Y con unas pinzas las iban acomodando en una charola para luego envolvérselos en papel de estraza.
Los anaqueles de madera estaban surtidos de polvorones, costras, picones, bisquetes, novias, tostados, guayabas, cajitas, chilindrinas y birotes calientitos.
En lo personal, como no distinguía las borregas de las conchitas; los cocoles de las semas, les pedía “Me da surtido por favor” y si acaso pedía un cuernito y un ojo de buey, que sí los diferenciaba de los demás.
Aprovecho para hacerles esta observación, que muchos guadalajareños, les hablan de “Tú” a todas las personas que se dedican al servicio sin importar si son adultos mayores ¿Lo han notado?
Aunque sé que hay más panaderías, la de La India, era a la que me mandaban a comprar.
La panadería en México es tradición y cultura, su nombre y modo de preparación, son característicos de cada lugar de nuestro país donde se elabora.
Desde la época prehispánica se consumían unas tortitas de maíz, que además, se daban como ofrenda. Para moler el maíz y otros granos y semillas, los indígenas usaban metates y morteros de piedra, y fue hasta la llegada de los europeos, que se introdujo el molino jalado por animales.
En 1525 se tiene el primer registro de una panadería con producción en una plaza pública de panes mexicanos.
Durante la época del Porfiriato la influencia de la panadería francesa llegó a México y gustó mucho, de ahí surgieron las campechanas, las banderillas, los panes hechos con hojaldre y el birote, que eran ofrecidos en la calle, en una canasta que los repartidores cargaban en la cabeza; sin embargo, la panadería mexicana siempre fue la preferida.
Dice el mito que allá por el año 1922 y según escribió Armando Hermosillo Venegas, el matrimonio formado por el señor Rafael Rodríguez Ibarra y su esposa Antonia Valencia “Doña Toñita”, procedentes de Jocotepec llegaron a Chapala con sus hijos Norberto (de 7 años), María Guadalupe, Margarita, María del Refugio y María; Rafael, que nació en Chapala.
Y a la letra dice “Cuentan que don Rafael consiguió trabajo en la panadería del señor Juan Sánchez situada en la confluencia de Francisco I. Madero e Hidalgo casi enfrente, donde actualmente está Banca Santander, don Ignacio Cuevas tenía la propia que vendió a don Pedro Valencia y éste a manera de ayuda se la pasó a don Rafael, al otro lado de este negocio hubo una carnicería denominada “La India”, al cerrar sus puertas nunca quitaron el letrero, lo que motivó que la gente bautizara la panadería con ese nombre”.
“El lugar donde actualmente se localiza la famosa panadería y vivió sus mejores épocas, es por la calle Juárez frente al mercado municipal J. Encarnación Rosas, lo edificó su primer propietario el señor Miguel Rojas Godínez “El Güizapol” donde tenía su establo y fábrica de jabón, él vende a don Miguel Magaña y éste a su vez una parte vende a la señora María Siordia “La Chocolatera” y funda el hotel Las Palmitas; la otra parte, la adquiere don Rafael en 7 mil pesos pagados en cómodos abonos y establece su panadería”.
“El fabricar productos de excelencia trae como consecuencia una vasta y selecta clientela, por lo que rápidamente esta empresa se coloca en las preferencias de distinguidas familias tapatías que con suma frecuencia vacacionaban en la entonces apacible villa de Chapala”.
“Diariamente con el nacimiento del sol era muy común observar largas filas de gente en las afueras del establecimiento, aspirando el exquisito aroma del delicioso pan aún en el horno en proceso de cocimiento mezclado con la brisa matutina del lago”.
Eso dice en su libro digital “Sucesos Notables de Chapala”, Armando Hermosillo “Palitos”, además asegura que a esa panadería acudían personajes “y familias distinguidas asiduas a este negocio que se recuerdan son: la actriz de fama mundial Liz Taylor y su entonces esposo licenciado Víctor González Luna; licenciado Gustavo Díaz Ordaz; los gobernadores, Juan Gil Preciado, Francisco Medina Ascencio, Flavio Romero de Velasco; el licenciado Rodolfo González Guevara; los actores, Enrique Lizalde y Roberto Cañedo, entre otros”.
Agrega que familias como “los González Luna, Corcuera, Collignon, Arce, Rivas, Gómez Ibarra, Aranguren, Zetter, Robles, González Hermosillo, Arregui, Pérez Martínez, Vallejo, Sahagún, Dipp, Cordero, Cuervo, Corona, Urrea, Martínez Guitrón, Ancona Moya, González Gortázar, Álvarez del Castillo, Watanabe, López Benavides, Reynaga, Nuño Ruesga, Águila Zepeda, de la Peña, Ochoa, Ladrón de Guevara, Pettersen…” Y otras más disfrutaban del sabroso pan de esas panaderías artesanales que ya están desapareciendo.
Quizás las mesas de madera llenas de harina, el amasar a mano, que algunos panaderos en camiseta le dieran forma a las piezas, el meter las hojas con pan crudo con una pala de palo al horno le daban ese peculiar y exquisito sabor que se está perdiendo con la industrialización del pan hecho en una mesa de acero inoxidable con una mezcladora de motor y un horno de alta tecnología… De todas maneras engorda igual.
Corrido de Domingo Arenas
(Fragmento)
El panadero hacía pan,
pan de dulce,
pan de sal,
rosquitas para los niños
que lo miran hacer pan.
Todo el pueblo lo miraba
hacer el pan cotidiano;
pan de dulce, pan de sal,
pan de nubes con azúcar,
cuernos de luna con sal.
Todo el pueblo le decía:
—Don Domingo, ¿ya está el pan?
Don Domingo respondía:
—Lo estoy poniendo a dorar.
Gritaba Domingo Arenas:
—¡Pan de dulce, pan de sal!
Y sus gritos picoteaban
lo blanco de la ciudad.
Miguel N. Lira
Tomado del libro de segundo año de primaria de 1960 pág. 20-21
FUENTES
Sucesos Notables de Chapala, Armando Hermosillo Venegas
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