Javier Raygoza Munguía
Muchas veces los residentes con pocos años que radican en la ribera de Chapala se quejan de la parsimonia, languidez y actitud relajada de los que vivimos ya mucho tiempo aquí, porque -aparentemente- no nos ponemos las pilas.
Y no faltan los residentes citadinos, (esos que tienen sus propias escuelas, restaurantes, sus cotos en la zona y poco roce con los nativos) que se exasperan, porque no podemos valorar y apreciar el privilegio de su evangelización cultural y social que nos ofrecen.
También tenemos a aquellos residentes “inversionistas” que junto con la complicidad de algunos aborígenes–principalmente funcionarios- que los compraron con espejitos, se quejan de que no queremos el progreso que nos ofrecen para el desarrollo y crecimiento económico de este gigante dormido que es la ribera de Chapala. No importa que invadan las zonas federales del lago y hagan fraccionamientos en cerros y obstruyan cauces de arroyos con sus ya comprobadas y trágicas consecuencias.
Dice el mito que el lago de Chapala emana bromuro de sodio (NaBr) el cual es hipnótico, anticonvulsivo y además sedante y tal vez por eso vivimos menos estresados que los visitantes que padecemos los fines de semana; y como lo hemos respirado por años y años, nos la llevamos calmada y despreocupados.
Que se invaden los malecones con tilichero… No pasa nada.
Que los visitantes toman cualquier calle de Chapala o Ajijic de cantina… No importa…
Que timen a los turistas, fuereños que operan en los malecones y que dicen ser de aquí… No hay problema…
Que cualquiera haga una fiesta escandalosa y no deje dormir… ¿Y qué tiene…?
Que comederos insalubres estén en las esquinas de cualquier calle estorbando o invadiendo la ciclovía… Hay que ganarse la vida… Todos tenemos derecho…
Yo creía que el agradable clima la mayor parte del año que gozamos en la ribera y el privilegio que tenemos de disfrutar los hermosos amaneceres y atardeceres sentados en una banca en el malecón tomando un café o una cerveza viendo a las garzas, pelícanos y demás aves en el azul del cielo haciendo caprichosas figuras mientras escuchamos el vaivén de las olas era lo que nos tenía muy en sana paz y no, resulta que es el bromuro de sodio… Qué bueno que lo supe… Ya me despreocupé… ¿Ustedes qué piensan?