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Alberto Tejeda Ceja

Por Cristina Flores

La semblanza de esta semana está dedicada a Don Alberto Tejeda Ceja y su historia nos la cuenta su nieta Naomi Valeria Deyanira Tejeda Aguilar, quien quiso rendir un merecido tributo a su abuelo que ha sido, para su familia y para la sociedad en general, ejemplo de trabajo, perseverancia y superación.

Para sus diez hijos, 34 nietos y catorce bisnietos, mi abuelito Alberto siempre será referente de que todo se puede lograr a base de un trabajo honrado, ya que gracias a él se ha podido conformar una empresa familiar que nos ha proporcionado sustento, casa y profesión.

Mi abuelito nació en Tizapán el Alto, Jalisco un siete de diciembre de 1928. Sus padres fueron Doña Elena Ceja y Don Heliodoro Tejeda. El matrimonio tuvo cuatro hijos, Alberto, María, Lolin y Evelia (mamá del ex presidente de Chapala Arturo Gutiérrez).

Por ser el primogénito mi abuelito Alberto, desde muy chico acompañaba a su padre a trabajar la tierra, por lo que un día regresando los dos de la faena (él tenía ocho años) de camino a su casa, su padre tuvo la mala suerte de tener un altercado con un hombre quien le ocasionó la muerte dejando a su madre viuda y a él y a sus hermanos huérfanos.

Así que con tan sólo ocho años de edad mi abuelito tomó el papel de hombre de la casa y siguió trabajando las tierras para mantener a su familia. Cuando tenía once años los mariacheros del lugar, por ayudarlo, lo empezaron a invitar a que aprendiera a tocar un instrumento y fue tanta su dedicación que al poco tiempo ya tocaba guitarra, violín y guitarrón. Cabe recalcar que nunca aprendió a leer música y que todo lo aprendió de forma autodidacta.

Cuenta mi abuelito que un buen día los músicos lo invitaron formalmente a que los acompañara en una tocada, con tan buena suerte que en una tarde ganó lo que comúnmente ganaba en el campo trabajando toda la semana. Desde ese día empezó a alternar el trabajo del campo con la música.

Cuando cumplió los 22 años se enamoró de mi abuelita Bertha Corona Cárdenas (de 16 años), joven perteneciente a una familia pudiente del pueblo a quien no le importó el desacuerdo de su familia y huyó con él para casarse posteriormente.

Viviendo en Tizapán tuvieron a sus dos primeros hijos, María Elena y Heliodoro y al tiempo mi abuelito aceptó la propuesta de un mariachi para irse a trabajar, con todo y familia, a Sonora en donde vivieron por una temporada.

Añorando el terruño la familia regresó, pero ahora se asentaron en Chapala (hace 60 años), en donde mi abuelito inmediatamente se colocó en el Mariachi Águila que era el mariachi oficial del Restaurant Beer Garden.

Mi abuelito siempre se distinguió por ser muy emprendedor así que buscando ganar un poco más de dinero, al tiempo, ya era él quien les vendía los botines, trajes, sombreros, etc.

Con sus ganancias, en la primera oportunidad que tuvo compró un terreno en el cerro de San Miguel, cuando esa zona estaba poco poblada, y empezaron a construir su casa.

Mi abuelita Bertha buscando ayudar a su esposo consiguió, frente a su casa, que le prestaran un localito en donde puso una tiendita de abarrotes, que tuvo -por cierto- mucho éxito, ya que en ese tiempo la gente que vivía por ese rumbo no tenía ninguna tienda cercana.

Años después lograron comprar otro lote por la misma zona, teniendo que escarbar y sacar las grandes piedras que eran propias del terreno y fue en ese espacio en donde pusieron una tienda de abarrotes más grande y mejor surtida. Una historia chusca de este período y que siempre molestó a mi abuelo, es que la gente inventara que excavando en su terreno había encontrado un tesoro y que gracias a eso había prosperado. Gran mentira ya que lo que le ayudó a sobresalir fue su trabajo constante.

Mientras todo eso sucedía la familia crecía ya que tuvieron diez hijos en total: María Elena, Martha, Heliodoro, Javier, Dora, Irma, Roxana, Lupita, Alberto y Juan.

A los pocos meses los visitó un primo de mi abuelo, quien tenía una tortillería en Mazamitla y queriéndolos apoyar, les aconsejó que pusieran una en Chapala ya que para ese tiempo sólo había tres en toda la población. Mi abuelito con mucho ánimo tramitó la licencia, pero como se tardaban mucho, aprovecho la oportunidad y compró otro terreno por el Barrio de la Plaza de Toros en donde puso otra tienda de abarrotes.

Buscando agenciarse más dinero para sus emprendimientos en ese período mi abuelito viajó en dos ocasiones a los Estados Unidos en donde trabajó por temporadas en varios mariachis.

Un año después, en 1987, la licencia para la tortillería les fue otorgada y con mucho entusiasmo compraron los enseres y maquinaria para empezar este nuevo negocio junto a todos sus hijos (la compañía que les vendió las maquinas los capacitó).

Aunque siempre sin dejar la música ni las tiendas de abarrotes.

Un dato curioso es que de los diez hijos que tuvieron mis abuelitos, sólo mi tío Heliodoro “Lolo”, se dedicó exclusivamente a la música, tocando en el mismo grupo de su padre, Mariachi Águila de Chapala.

El resto es historia, ya que, hasta la fecha, nuestra familia ha consolidado la empresa “Tortillerías Tejeda Hermanos” con nueve locales, siete en el área de Chapala, una en San Juan de los Chiles y otra en San Antonio Tlayacapan. Ocho tortillerías manejadas por mis tíos y una por una prima. Todos los locales trabajan casi los 363 días al año, ya que sólo cerramos el 25 de diciembre y primero de enero.

Con orgullo decimos que nuestras tortillas son elaboradas con el método tradicional, ya que como en un principio, siguen siendo procesadas con masa de excelente calidad que es molida en uno de nuestros locales. Hoy por hoy nuestros negocios surten a restaurantes, fondas, taquerías, tiendas, hoteles, etc.

Mi abuelito se retiró del Mariachi Águila cuando tenía aproximadamente 70 años (ahora tiene 95), orgulloso de haber pertenecido a un mariachi emblemático que alegró varias generaciones de chapalenses y turistas, que grabó disco y que tuvo la oportunidad de aparecer en una película: Cruz de Olvido. Además se siente muy satisfecho de haber sacado adelante a su madre y hermanas y a su propia familia a quien le enseñó, con su ejemplo, la importancia del trabajo y el esfuerzo.

Siempre tendremos en nuestra memoria las reuniones familiares los domingos, cumpleaños y días festivos, cuando todos nos congregábamos en la casa de los abuelos para convivir y comer los deliciosos patillos que mi abuelita preparaba.

En la actualidad mi abuelito Alberto con sus 95 años sigue alegrándonos con sus historias (mi abuelita murió en marzo de este año), fomentando la unión que tanto nos ha inculcado y logrando que la gran familia Tejeda siga adelante cultivando la semilla que sembró mi emprendedor abuelo.

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