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José Manuel Martínez Villanueva

Por Cristina Flores

Hay personas que la vida les ha dado en abundancia alegrías y tristezas, pero tener seguridad en sí mismo, confiar en sus capacidades y en su fe religiosa, les ha ayudado a superar y vivir experiencias que muy pocos han tenido la oportunidad de experimentar. Éste es el caso de José Manuel Martínez Villanueva, un hombre que ha vivido en exceso éxitos y tragedias.

Nací el 28 de abril de 1956 en #ElVolantín Jalisco, de donde eran originarios mis padres Manuel Martínez Becerra y Abigail Villanueva Ortiz.

La vida de nuestra familia en el rancho era muy humilde, con muchas privaciones y carencias, rodeados de mucho campo y de algunos animales quienes proveían la leche y los huevos con los que mi mamá alimentaba a sus ocho hijos (murieron dos y quedamos seis): Florencio, Tomás, Refugio, Juana, Delfina, José Manuel, Concepción e Isidro.

Mi infancia estuvo llena de sucesos increíbles que hasta el día de hoy no les encuentro explicación, como cuando siendo muy pequeño, por accidente, quebré dos frascos de la crema para la cara que usaba mi mamá e inocentemente me la comí con todo y vidrios.

Como consecuencia me causé un grave envenenamiento al grado de darme por muerto ya que por un buen tiempo no respiré y estaba todo morado.

La rápida intervención de una vecina y de mi abuela, quienes me dieron un brebaje casero, hizo que mi cuerpo reaccionaria y expulsara la crema regresándome milagrosamente a la vida, pero ¿y los vidrios?

Mi abuelo Trino, mi tío Alfonso y mi padre eran músicos; mi abuelo y mi tío eran violinistas del Mariachi Águila de Chapala y mi padre tocaba la vihuela en un mariachi pequeño de El Volantín, con el cual recorría ferias y palenques y con el que en una ocasión, tuvo la fortuna de acompañar a Pedro Infante y a María de Lourdes.

Tiempo después mi padre, como muchos otros, se fue de bracero a los Estados Unidos y sólo venía cada año a vernos y a embarazar a mi mamá. En una de sus visitas regresó muy enfermo y al no contar con un hospital cercano dónde atenderse se vino a Chapala en donde ya vivían mi tía Virginia Martínez y mis abuelos.

Al hacerle los estudios médicos pertinentes se dieron cuenta que mi papá padecía de una enfermedad infecciosa grave por lo que se dieron a la tarea de checar a toda la familia, resultando mi hermana Juana y yo contagiados, por lo que se tomó la decisión, en 1966, de traerse a Chapala a la familia completa para recibir atención médica adecuada.

El cambio para la familia del rancho a Chapala fue brutal, ya que estábamos acostumbrados a vivir en medio del campo con plena libertad y el venir a vivir a una casita pequeña y a un pueblo en donde vestían, hablaban, comían y tenían diferentes costumbres que nosotros, fue muy difícil.

Poco a poco nos fuimos adaptando, mi papá tenía una tienda de abarrotes (en la esquina de Zaragoza y Miguel Martínez) y mis hermanos y yo buscamos diferentes formas de salir adelante. Por ese tiempo para acabarla de amolar sufrí la mordedura de un perro rabioso por lo que me aplicaron las consabidas 14 inyecciones alrededor del ombligo.

Mi hermano Isidro, quien es cuatro años más chico que yo, desde muy pequeño mostró gran interés por la música, en especial por la trompeta. Su carácter voluntarioso, extrovertido y su gran visión hacía el futuro, lo llevó a salir de Chapala muy jovencito para estudiar y labrarse la exitosa carrera que hoy tiene. Isidro Martínez además de ser nuestro orgullo familiar, es orgullo de #Chapala, #Jalisco y #México.

Yo por mi parte encontré también en los estudios un medio para sobresalir. En Chapala estudié mi primaria, secundaria y preparatoria y mis estudios universitarios los hice en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Guadalajara.

A la par de los estudios empecé a tocar guitarra y a destacar con mi voz, ya que modestia aparte siempre he sido entonado y con buenas facultades vocales. Por ese motivo en 1974, por invitación de Miguel Hermosillo “El Cotijo”, me integré al naciente coro “Voces de Chapala” dirigido, en ese entonces, por el maestro Jorge Becerra López.

En 1979 fui nombrado director del coro Voces de Chapala, grabamos dos discos e iniciamos nuestra internacionalización viajando por diferentes ciudades y estados de la Unión Americana, Canadá y Europa, representando oficialmente a nuestro estado y nación e innovamos con marimba, arpa y salterio que aprendí a tocar.

En Europa estuvimos cantando durante dos meses, específicamente en la ciudad de Barcelona, España, en el proyecto llamado “Xochimilco”, fue un sueño hecho realidad. También tuvimos la oportunidad de cantarles a los reyes de Suecia y España, a la familia real de Japón, a la reina Isabel de Inglaterra, a varios presidentes, cónsules y embajadores de Latinoamérica, entre muchas otras personalidades.

Por el carácter de mi trabajo tuve la oportunidad de recibir múltiples reconocimientos y de hacer amistades muy importantes.

En 1986 me casé con mi novia la Trabajadora Social Celina del Carmen Medeles, hija y hermana de la conocida familia de músicos “Los Medeles” de Ajijic, con quien tuve diez hijos: Paulo, Paulina, Julia, Alejandro, Lucero, Álvaro, Cecilia, Esteban, Aurora y Celina.

Me retiré del Coro en 1994, después trabajé por cinco años en la Secundaria Técnica en Chapala, dos años en la Coordinación del INEA en el municipio y 25 años, hasta la actualidad, en el Centro de Atención Múltiple No. 29 (Educación Especial).

Hace algunos años sufrimos como familia una gran tragedia; nuestro pequeño hijo Esteban de tan sólo dos años de edad, murió ahogado en el aljibe de una casa vecina. Es una pena indescriptible que nos ha dolido y dolerá a todos por siempre.

Buscando de alguna manera distraerme y seguir en el ambiente musical, me integré a la Orquesta Típica de Chapala que dirige Javier Raygoza Munguía en donde tengo participando 10 años.

El año pasado me detectaron una grave enfermedad de la que me estoy atendiendo y la que espero superar para seguir disfrutando todos los logros que están teniendo mis talentosos hijos y mis dos nietos quienes se han esforzado mucho para labrarse sus propias carreras y caminos.

Pido una sincera disculpa a Manuel ya que su historia de vida da para varias cuartillas más y que por falta de espacio se quedaron en el tintero, sólo me resta agradecerle el que me haya abierto las puertas de su casa, de sus recuerdos y de su corazón.

Nota publicada en febrero del 2021

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