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María Dolores Fernández Martínez

«Lola Fernández»

Por Cristina Flores

“Mi madre es una guerrera incansable, mi ejemplo de vida y quien me dio la fuerza interna para soportar las más de treinta cirugías que he enfrentado” Claudia Guadalupe Pulido Fernández

“Mi mami es el amor de mis amores”Mónica Lorena Pulido Fernández

“Mi madre es mi ángel de la guarda, ella es mi vida, nosotros sus hijas somos su reflejo” Susana Pulido Fernández

“Mi hermana Lola es mi ejemplo de vida, mi segunda madre y un ser maravilloso”Margarita Fernández Martínez

Con estas palabras, sus hijas y su hermana se refieren a Doña Lola Fernández, una mujer ejemplar quien a lo largo de su vida ha tenido que sortear infinidad de obstáculos de los que siempre ha salido adelante gracias a su espíritu emprendedor, su infinita fe en Dios y el inmenso amor que profesa a su familia.

María Dolores Fernández Martínez, mejor conocida como Lola Fernández nació un catorce de febrero de 1940 en #Chapala, Jalisco.

Fue la cuarta hija (tuvieron catorce) de los señores Fausta Martínez Ibarra e Ignacio Fernández Padilla. Cuenta Doña Lola que su infancia fue muy feliz ya que su familia vivía y trabajaba en “Villa San Antonio”, una gran casa que estaba atrás de la Parroquia de San Francisco.

En su cara se dibuja una gran sonrisa al recordar lo divertido que era cuando llegaban, cada temporada vacacional, los hijos de las familias tapatías con quienes se entretenían con diversos juegos de antaño.

Hay que puntualizar que en esos tiempos casi todas las actividades de las familias locales giraban alrededor de la iglesia. Así que desde pequeñas las niñas iban a “la doctrina”, a “ofrecer flores”, al catecismo, a la “hora santa”, a la “acción católica”, a “los ejercicios”, etc.

La pequeña Lola estudio parvulitos en la “Escuela del Padre” para luego estudiar su primaria en el Colegio Chapala.

Al salir su primaria y al no contar con los recursos económicos para estudiar la carrera de enfermería que ella quería, su madre la mandó a aprender corte y confección con la maestra Angelita Ureña, al mismo tiempo que tomaba clases de cocina y alta repostería con la monja Teresa María, ya que su madre quería que “se enseñara a ser toda una mujer”.

Doña Lola confiesa pícaramente que de joven fue muy noviera y que aunque sus padres la tenían muy vigilada, ella y sus amigas se daban sus mañas para, después de ir a la “acción católica”, se dirigían al “muelle” para ver jugar futbol a los muchachos del equipo “Alianza”.

A los diez y nueve años se hizo novia de José María Pulido Arciniega, un guapo joven agricultor, hijo de una conocida familia oriunda de San Nicolás de Ibarra con quien después de dos años de noviazgo se casó el siete de enero de 1960.

Los primeros años, para apoyar en la economía familiar, Doña Lola confeccionaba toda clase de ropa, en especial vestidos de novia y de gala. Después de cinco años de feliz matrimonio empezaron a nacer sus hijas: Carmen Leticia, Mónica Lorena, Claudia Guadalupe, Susana y María Dolores, además de tres embarazos que no llegaron a feliz término.A pesar de llevar una vida llena de trabajo y de siempre estar involucrada en la mesa directiva del Colegio de sus hijas, Doña Lola todavía se daba tiempo para tomar clases de artesanías, macramé, pintura, porcelana, confección de flores, diversas manualidades y elaboración de “equipos de novia” realizados con migajón.

Por si todo lo anterior fuera poco también instaló una verdulería al frente de su casa en donde vendía tamales e iba a domicilio a peinar y maquillar novias, además de aplicar inyecciones con la técnica que había aprendido al haber trabajado, cuando estaba soltera, en la farmacia del señor Héctor Márquez.

En el período del ex presidente Juan Cerda, su esposo “Chema” fue regidor y era costumbre, en esos tiempos, que las esposas de los servidores públicos hicieran labor social, por lo que con gusto Doña Lola ayudaba a repartir desayunos en el Beer Garden e impartía clases de corte y confección en el Cerro de San Miguel y en las Delegaciones de Santa Cruz y San Nicolás de Ibarra.En 1979 su esposo fue socio del Restaurant familiar “El Establo” (primero en San Nicolás y luego en Chapala) en donde Doña Lola fungió como cocinera por algunos años, para luego vender pasteles afuera del mismo restaurant y entrar a trabajar como maestra de cocina en el DIF municipal durante las siguientes tres administraciones. También fue coordinadora del Barrio del Carmen.

Tiempo después la vida le presentó a la familia Pulido Fernández la oportunidad de ayudar a dos niñas quienes, por problemas familiares, el DIF las tenía en el Hospicio Cabañas en #Guadalajara y a las que con mucho amor y dedicación pudieron sacar adelante hasta que ellas fueron mayores de edad y formaron sus propias familias.

Desgraciadamente en el año dos mil enfermó Don Chema y en el dos mil tres murió después de cuarenta y tres años de feliz matrimonio en el que siempre le demostró a Doña Lola su amor con serenatas, ramos de flores, viajes y su amor infinito hasta el último día de su vida.

Sin dejarse vencer por la pena Doña Lola siguió trabajando arduamente para sacar adelante a sus hijas, siempre dándoles ejemplo de fuerza y amor hacia su prójimo. Ahora a sus ochenta y un años de edad, con doce nietos y siete bisnietos, sigue siendo el pilar angular de su familia, familia quien tiene sólo palabras de agradecimiento y amor para esta gran mujer.

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